Si algo es cierto en México es que la situación política está por los suelos: desde hace años sufrimos como país el abuso de una clase política que, sin importar color, ideología o partido, se ha encargado de ponerle encima a la sociedad una carga enorme en lugar de dedicarse a hacerla más ligera. He experimentado de cerca el trabajo y la ideología de los burócratas encumbrados y he quedado terriblemente desilusionado, pues si bien no todos son iguales, los corruptos y los indolentes son la mayoría.
La época de elecciones se traduce entonces en una época de inestabilidad, de temor y de incertidumbre; los que están en el poder tratan de sacar todo lo que pueden mientras aún tienen trabajo y antes de que los que lleguen los despidan, la estabilidad de la moneda se va al carajo y la economía se paraliza excepto para algunos "afortunados" en las áreas de publicidad y relaciones públicas que hacen su agosto con las millonarias cifras que los partidos otorgan a sus candidatos para que tengan presencia y empuje entre la población. Una presencia y empuje que nunca se han fomentado y que se debe ganar en meses, a costa del herario público, por supuesto.
De ahi en adelante son pleitos, dimes, diretes, quejas, acusaciones entre candidatos y partidos por obtener un protagonismo que los ubique mejor entre sus posibles votantes. Las propuestas serias con números y letras sobre como mejorar la economía, la educación, el campo o cualquier otro aspecto de nuestro amolada patria quedan en segundo plano. Mucho ruido y pocas nueces.
Siempre me he considerado una persona apolítica, ubicado tal vez en la derecha liberal (odio a los conservadores y creo que el socialismo es para las abejas), pero puedo decir sin ninguna duda que ninguna de las opciones que hay en México para presidente, diputado o senador me convencen del todo. Eso sí, siempre he votado, aunque haya tenido que anular mi voto.
No hay mucho que se pueda hacer criticando o juzgando el sistema como esta. Es necesario que la sociedad cambie para que los gobernantes cambien, y una forma sencilla de ejercer ese raro derecho a opinar es votando. Si viven en México, no duden en ir a depositar su voto. Es mejor opinar de frente que quejarse en lo oscurito, gente.
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