Los patos

Una fábula que recuerdo mucho de cuando era más pequeño era aquella en que un pato se vanagloriaba ante sí mismo de lo hábil que era, pues entre todos los animales era el único que podía andar en la tierra, nadar y volar. A la mitad de su egocéntrica admiración otro animal (una serpiente, una comadreja o un gamo, dependiendo de que versión hayan leído) le indica al pato que no es realmente el pináculo de la evolución, ya que no es capaz de correr tan rápido como un venado, de nadar como un salmón o de volar como un águila.

El pato era capaz de hacer muchas cosas pero en ninguna sobresale. Sencillamente era un mediocre milusos.

Es un hecho que desde hace algunas generaciones la orientación vocacional en la escuelas o incluso dentro de las familias deja mucho que desear, y es normal que muchos estudiantes se encuentren escogiendo carreras que están de moda: hace unos años todos querían ser contadores o médicos, hace unos menos mercadólogos o adminitradores de empresa, y ahora parece que todo mundo quiere ser webmaster o diseñador gráfico. Poco a poco los mercados laborales se saturan con profesionistas mediocres que van dando tumbos según lo dictan las tendencias pero sin establecerse en algo de forma sólida, y de ahi tenemos diseñadores que "medio programan", programadores que "medio diseñan", administradores con "algo de experiencia" contable o de mercadotecnia, y el resultado es que nos quedamos con una parvada de patos, que saben hacer muchas cosas a medias pero ninguna bien.

¿Cómo se espera entonces que en toda esta mediocridad puedan surgir líderes reales? Vamos, ¿cómo podemos esperar que de este gran montón alguno pueda sobresalir?

Lo mejor es seguir los propios instintos y dedicarnos a lo que realmente nos apasiona: si nos encantan las matemáticas o la música, no es válido atravesar ni escuchar el pretexto de 'esas carreras no dejan para vivir'.

El mundo necesita profesionistas talentosos, apasionados por su trabajo y por su vocación, y haciendo de la mejor manera posible lo que más nos gusta alcanzar el éxito profesional -y porque no, cierta plenitud profesional también- es algo innevitable.