lunes, julio 10, 2006

Política y fanatismo

¿Qué tienen en común los fanáticos religiosos y los políticos de hueso colorado? Principalmente, que solo creen lo que quieren creer. No importa con cuantas pruebas históricas, arqueológicas o de cualquier tipo llegue uno con un católico de abolengo que digan que la Biblia es una colección de mitos este jamás aceptará la evidencia y se acogerá a sus creencias. Y es que cuando alguien cree ciegamente en algo es muy difícil -si no imposible- hacerlo cambiar de opinión; cuando se trata de creencias cada quién tienen la Razón y la Verdad Absoluta.

Al parecer con los políticos y la gente allegada a la política es lo mismo: después del triste espectáculo que Felipe Calderón y López Obrador hicieron la semana pasada respecto a la elección presidencial aclamándose prácticamente al mismo tiempo ganadores cuando aún no había un resultado definitivo -y que al parecer aún no lo hay- todos sus seguidores aceptaron sin duda que su respectivo candidato ya había sido electo.

Evidentemente, uno de ellos estaba equivocado: hasta donde me quede solo puede haber un presidente cada seis años. Claro, trátenselo de explicar al montón de gente que está detras de ellos y al final del conteo escucho quejas -no sólo del PRD, sino también de otros partidos- de "que la elección estubo arreglada, de que hubo prácticas ilegales de venta y coherción del voto, que el sistema de conteo fue manipulado..." y la mitad de las quejas que he escuchado (vox populi) no tienen el más mínimo fundamento.

Si realmente el candidato del PAN ganó limpiamente o si efectivamente la elección estuvo arreglada al final cada quién creerá lo que quiere creer, hasta las últimas consecuencias. En este escenario no hay espacio para la razón, solo para sentimientos y creencias.

¿De qué sirve entonces tener arbitros si no podemos o queremos confiar en su imparcialidad?

El resultado final es que México se perfila a otros seis años de demagogia con un presidente que sólo tuvo el apoyo del 35% de la población votante (¡menos del 20% de la población del país!), las instituciones y su credibilidad quedan dañadas y la sociedad queda dividida, polarizada y furiosa al sentirse timada una vez más.

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