miércoles, abril 20, 2005

Raising Hell

¿Quién en su sano juicio invocaría voluntariamente al Demonio?

Ubiquémonos por un momento en la Edad Media: la Iglesia Católica dominaba completamente el panorama religioso, político y social de la escena, nadie tenía dudas de que el Dios católico es el Creador indiscutible del Cielo y la Tierra, y sin embargo había personas que eligían la otra opción y optaban por levantar altares para negociar con Satanás.

Es increíble el valor que estas personas debieron tener: no solo se arriesgaban a caer en manos de la Inquisición y sin dudas de ser víctimas de horribles torturas, del desprecio de la sociedad y de una segura muerte en la hoguera, o los peligros que corrían al recolectar los materiales y menesteres necesarios para sus encantamientos, sino que también tenían que enfrentar el riesgo de invocar con éxito a un demonio y que en el proceso éste le arrancara la cabeza o el corazón. ¿Qué hacía pensar a un mago que un demonio, que no obedecía ni siquiera a Dios podría tomarse la molestia de hacer todo el viaje desde el Infierno para cumplir sus órdenes e irse como si nada? Aun si su trato tenía éxito, siempre existía la posibilidad de que tarde o temprano su alma terminaría en el Infierno para toda la eternidad.

Definitivamente era necesaria una voluntad de hierro.

Este es el tema que trata un pequeño libro que encontré en mi estudio mientras acomodaba algunas cajas: Raising Hell, de Robert Masello. En este libro, Masello cuenta "una conscisa historia de la Magia Negra, y de aquellos que se atrevían a practicarla", desde su origen en las tradiciones paganas y sus mezclas con los dogmas católicos y musulmanes, pasando desde el arte de comunicarse con los muertos hasta como invocar demonios, incluyendo capítulos completos sobre astrología, necromancia, adivinación, hechicería, la redacción de los grimorios y la realización de misas negras y sabbats. Todo esto relatado -sorprendentemente- en un lenguaje sencillo y desenfadado, con un ligero toque de humor negro.

El libro también incluye pequeñas biografías de brujos y adivinos famosos como Nostradamus, Robert Bacon, Alesteir Crowley, John Dee, así como brevarios de las principales sectas y órdenes esotéricas de la historia como los Rosacruces, los Templarios, los Gnósticos, etcétera. Toda una pequeña joya.

La principal reflexión que se puede obtener de este libro es que, no importa cuales hayan sido sus intenciones, los brujos, magos y alquimistas que dedicaron en secreto sus vidas a estas disciplinas prohibidas abrieron el camino para la llegada de la Ilustración y la pensamiento científico: los alquimistas sentaron las bases para la química moderna, los astrólogos crearon mapas detallados del cielo y sus astros, y hasta los adivinos pusieron la primera piedra de lo que sería el psicoanálisis y la hipnosis. Las artes mágicas que tuvieron sus origenes en la antigua Babilonia y en el Egipto de los faraones avanzaron hacia Europa Occidental para mezclarse con los últimos descubrimientos de botánica, metalurgia, anatomía, medicina y zoología y mantuvieron vivo el espíritu de búsqueda y descubrimiento que fue tan reprimido durante esa época. Lo que empezó como magia ocasionalmente se convertía en un hecho, y poco a poco las Artes Ocultas se fueron conviertiendo en una ciencia rudimentaria.

A pesar de las prohibiciones históricas y de los peligros (reales o imaginarios) que involucran estas prácticas, estas no han desaparecido y van y vienen con el tiempo. Tal vez el Demonio y sus legiones ya no dominen la escena como solían hacerlo en aquellos lejanos y oscuros días, pero tal vez aún esperan, en las sombras, a algún tonto que desee hacer un trato.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Por curiosidad, he leído y estudiado esas cosas ocultas, profanas para la edad media y actualmente para la ciencia. No es la verdad lo que defiendo, pero sí el libre pensar. El pensamiento es una proyección de lo que se desea, y con dedicación se torna factible y real. La coincidencia de sucesos no fundamentan las diversas lecturas que se hacen de la verdad. La verdad requiere de un discurso que permita comunicarla, desde ese momento la verdad ya no es tal, sino una intrepretación. El ejercicio del pensamiento, posibilta el cuestionamiento. El cuestionamiento no implica negación pero pone a temblar y quita el velo o maquillaje a lo que las instituciones son en realidad: falibles.

Me agrado esta aportación tuya.

Saludos y gracias por la corrección

Santiago dijo...

Tengo una teoría:
Si ubicamos que la inquisisión era "la mano de Dios" o lo que hubiera sido, y eran unos hijos de la tostada, pues no me resulta tan difícil creer que hubiera personas que quisieran invocar al chamuco, que como enemigo natural de Dios, estaría en contra de lo que hacían los de la inquisisión.

Creo que no sé de lo que estoy hablando, jajajajaja, pero que el tren de pensamiento va por buen camino! :)

Anónimo dijo...

CREO QUE DIOS ARROJO A LUSBEL A PROPOSITO AL ABISMO, PORQUE PARA QUE EXISTIERA EL BIEN, DEBIA HABER ALGUIEN "MALVADO". ASI NOS MANTENDRIA FIELES, MIENTRAS TANTO EL DEMONIO NOS HACIA COSAS "MALAS". (ES TEORIA COMPLETAMENTA MIA)